jueves, 5 de enero de 2012

La pócima secreta




El uso de sonidos como medicina de apoyo sanadora viene desde los albores de la humanidad. Se creía que cada ser tenía su propio sonido secreto al cual debía responder, y a ello se dedicaban médicos brujos y chamanes con cada uno de sus pacientes. Aquel que lograra hallar el tono secreto de su ser, tenía garantizada la longevidad y con su utilización comenzaría la regeneración de cualquier enfermedad. Esta teoría parece increíblemente moderna si nos atenemos a los últimos descubrimientos de la física quántica aplicadas a medicina.

En el simbolismo hindú, las orejas representan a aquel que ha logrado la inteligencia cósmica. En India y en China, las orejas largas son señal de sabiduría e inmortalidad. Así vemos representado a Buda. Las orejas de Lao Tse tenían siete pulgadas de largo.

Aristóteles, en la antigua Grecia, ya atribuía a la música el efecto catártico de un trauma emocional, y Platón recetaba música y danza para situaciones de angustia y decía que "el regalo de la música lo había recibido el hombre no para danzar, bailar y divertir los sentidos sino para calmar el alma y las imperfecciones del cuerpo".

No casualmente, las madres, de generación en generación siguen cantándole a sus hijos e hijas canciones de cuna, para ayudarlos a relajarse, calmarse y entrar en el sueño. El sonido parece ser un bálsamo, una pócima secreta, mágica, revivida con cada nuevo ser humano que nace, un bálsamo del mundo anterior a la palabra que nos sirve para reencontrarnos con la paz de nuestra alma y sus manantiales de sanación.

En el simbolismo hindú, las orejas representan la inteligencia cósmica. En India y en China, las orejas largas son señal de sabiduría e inmortalidad. Así vemos representado a Buda. Las orejas de Lao Tse tenían siete pulgadas de largo.

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