El uso de sonidos como medicina de apoyo sanadora viene desde los albores de la humanidad. Se creía que cada ser tenía su propio sonido secreto al cual debía responder, y a ello se dedicaban médicos brujos y chamanes con cada uno de sus pacientes. Aquel que lograra hallar el tono secreto de su ser, tenía garantizada la longevidad y con su utilización comenzaría la regeneración de cualquier enfermedad. Esta teoría parece increíblemente moderna si nos atenemos a los últimos descubrimientos de la física quántica aplicadas a medicina.
En el simbolismo hindú, las orejas representan a aquel que ha logrado la inteligencia cósmica. En India y en China, las orejas largas son señal de sabiduría e inmortalidad. Así vemos representado a Buda. Las orejas de Lao Tse tenían siete pulgadas de largo.
Aristóteles, en la antigua Grecia, ya atribuía a la música el efecto catártico de un trauma emocional, y Platón recetaba música y danza para situaciones de angustia y decía que "el regalo de la música lo había recibido el hombre no para danzar, bailar y divertir los sentidos sino para calmar el alma y las imperfecciones del cuerpo".
No casualmente, las madres, de generación en generación siguen cantándole a sus hijos e hijas canciones de cuna, para ayudarlos a relajarse, calmarse y entrar en el sueño. El sonido parece ser un bálsamo, una pócima secreta, mágica, revivida con cada nuevo ser humano que nace, un bálsamo del mundo anterior a la palabra que nos sirve para reencontrarnos con la paz de nuestra alma y sus manantiales de sanación.
En el simbolismo hindú, las orejas representan la inteligencia cósmica. En India y en China, las orejas largas son señal de sabiduría e inmortalidad. Así vemos representado a Buda. Las orejas de Lao Tse tenían siete pulgadas de largo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario